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miércoles, 25 de octubre de 2023

TUXTLA / Hermoso regalo a un anciano viudo

Marimbistas del Museo de la Marimba le tocaron gratis la canción "Adiós en el puerto", la favorita de su amada ya fallecida.


Con una bolsa orgánica color verde y una gorra del mismo color, el anciano de unos 70 años de edad llega cargando tristes recuerdos, melancolías que le pesan como un terrible fardo sobre su doblada espalda. Un palo de escoba le sirve como bastón para apoyarse, pero requiere mucho más que eso: quizá una mano amiga en quién hallar consuelo, quizá un paño de lágrimas donde pueda desahogar sus penas.
El hombre camina despacio, como perdonando el tiempo, como queriendo que éste no avance por el momento. La bolsa de tela orgánica color verde muestra un agujero que deja ver un objeto negro en el interior. Ojalá y el verde fuera de esperanza, pero el negro parece lúgubre, metáfora del desaliento e incertidumbre de que es víctima el septuagenario.
De repente se detiene a la entrada del Museo de la Marimba. Es que ha escuchado algunos acordes de las maderas que cantan y ahora sí sus pasos son ligeros, tiene prisa por entrar y esa prisa le pasa factura: se cansa. El pasillo no es muy largo, pero al fondo de él hay una silla donde el hombre se desparrama, deja caer su cuerpo y se agacha, más que para tomar aire como para hacer una meditación. Halló lo que buscaba.

Luego de reponerse de la ligera caminata, el hombre se endereza, enfila sus pasos hacia el recinto donde dos hábiles marimbistas arrancan bellas melodías de una hermosa marimba. Es un salón di de dan clases. El septuagenario mira suplicante a los dos marimbistas y lo que pide los deja desconcertados, pero a la vez conmovidos.
Les explica que él es viudo, que hace tiempo la muerte le arrancó de un tajo lo que más amaba: a su amada e inseparable amiga compañera y esposa. Fueron décadas de maravillosa y amorosa relación matrimonial, pero hoy él camina solo, por eso va despacio, como queriendo ser alcanzado por su amada que se adelantó en el camino de la vida.
—¿Cuánto me cobran por tocarme la canción Adiós en el puerto? —pregunta el anciano.
—Es que era la que más le gustaba a mi viejita chula, cuando aún vivía, y hace mucho ya no la he escuchado.

Los maestros marimbistas se miran mutuamente, la respuesta es obvia: la tocarán, están conmovidos por la breve reseña que hizo el anciano de su vida pasada y su presente doloroso. El hombre se sienta, comienzan los primeros acordes y luego de siete segundos el hombre extiende el dedo como diciendo "ésa es". No la había distinguido al principio, en efecto llevaba años sin escucharla y ahora que la oye sentimientos encontrados invaden su ser.
Por una parte es feliz escuchando esa canción que tan bonitos recuerdos le trae, pero cuando voltea a su lado como esperando ver a su esposa para compartirle la alegría experimentada, no hay nadie, solamente sus recuerdos y la fría nostalgia de la ausencia.
Para disimular su dolor, el hombre comienza a ver a su alrededor. En las paredes hay fotografías de marimbistas famosos ya extintos, y por un momento en alguno de esos rostros parece ver el de su amada, también extinta.
La canción termina, el hombre se levanta y agradece profundamente a los marimbistas por haberlo complacido. Se retira del lugar y otra vez avanza despacio, muy despacio, su carga parece menos ligera, lleva en su corazón la felicidad de haber escuchado la canción preferida de su amada, pero a la vez sigue el dolor amargo del recuerdo de quien era todo para él.
Sus pasos se pierden entre la multitud, esa que corre cada día de arriba abajo, son personas que quizás no tengan tiempo para detenerse a oír una melodía llena de recuerdos como lo hizo este anciano. Gracias amigos marimbistas por haber regalado un momento de felicidad a este guerrero, cuyas armas han sido guardadas en el baúl de la resignación.

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