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jueves, 8 de mayo de 2025

TUXTLA / El leñador busca...cuesta encontrar

Cuesta encontrar madera, rajarla, hacer la carga, subirla a sus asnos y luego hallar compradores.



"Hoy no voy a querer leñita tío, pero el viernes le espero sin falta, primero Dios", dice Enedina, la panadera de la colonia Democrática. El hombre de la tercera edad sonríe con un dejo de tristeza, agacha la mirada, retrocede, toma las riendas de sus dos asnos y enfila sus pasos hacia otro lugar, hacia otro posible cliente. Hoy le costó más que nunca vender sus dos viajes de leña. Él sobrevive con ese oficio cada vez más difícil por la escasez de madera; ya casi no hay árboles en la periferia de la capital chiapaneca. 


Nadie sabe en realidad cómo se llama ni exactamente dónde vive. Normalmente lo ven transitar por la colonia Kilómetro 4, Las Granjas, Democrática, La Condesa y a veces hasta Yukis. Únicamente lo conocen como el leñador. No son ellos quienes lo buscan a él, sino él recorre las calles en búsqueda de clientes.


Los mejores clientes le compran a veces una carga de leña, con 50 piezas; los da en $100, muy barato, tomando en cuenta todo lo que implica. 


"No es fácil encontrar leña", dice una mujer al ver al hombre que camina por el pavimento de la colonia Democrática. El sol cae a plomo sobre sus hombros, sus pasos son lentos, le pesan los años, aunque la carga va sobre los lomos de sus dos asnos. 



El hombre viste una playera color verde, desgastada, al parecer regalo de un político cuando andaba en campaña. Las letras del partido ya cayeron y también el rostro del candidato, afortunadamente. Lo que no cae ni decae es la esperanza que abriga el hombre, esperanza realista. Sabe que no puede esperar que mejore su condición física o de salud, tampoco espera que los años retrocedan y se convierta en joven, como cuando tenía muchas fuerzas y hacía hasta dos viajes de leña. 


Hoy, a duras penas puede hacer un viaje. Para juntar las cuatro cargas de leña que lleva repartida en sus dos asnos, ahora ocupa hasta cuatro o cinco días. Primero debe localizar el sitio donde hay árboles secos, madera muerta, nunca se atrevería a tirar un árbol; es consciente con la naturaleza, ama la vida, lo verde. Protege.



Su sitio para leñar son las faldas del Cañón del Sumidero. Los policías que rondan cerca del lugar lo saben y no se meten con él, no lo molestan. 


¿"Y por qué no vende un asno y se queda con uno solo?", pregunta alguien. El hombre no da explicación, pero la respuesta es tácita, el hombre es muy consciente y aunque algunos consideran los asnos como bestias de carga, y lo son, este hombre no se sobrepasa con ellos, no carga a un solo asno con todo el cargamento. Las reparte equitativamente. Cuando regresa de dejar la leña, les da de comer y los deja descansar el resto del día. Ni siquiera se monta en ellos.


El leñador sigue recorriendo las calles en busca de compradores. Le ha costado para encontrar madera, le cuesta para rajar y sacar las leñas de la medida exacta, le cuesta hacer la carga, subirla a sus asnos, le cuesta mucho caminar buscando compradores. Cuando por fin logra acomodar su leña, regresa a casa muy cansado, hambriento y sediento. Y todavía debe alimentar a sus asnos, darles agua y de vez en cuando un baño. 


Aún así muchos le regatean el precio, no quieren pagar a $2 la pieza de leña, y si le compran una carga piden que se lo rebaje a 80 o a 75 pesos. A veces por la extrema necesidad, el leñador accede a dejarlo así, pero con lo que gana apenas sí le alcanza para sobrevivir. En casa, por supuesto, no usa gas, cocina con leña, pero no usa las que vende, sino pequeñas cerojas, ramitas delgadas, lo que sobra, lo que nadie quiere y nadie compra. 


Cuando ha vendido en 75 pesos cada carga, solamente lleva a casa $300 por cuatro o cinco días de trabajo, son menos de $80 diarios, apenas para comprar un kilo de tortillas, unos huevos y el aceite.



Por ello, si lo ves pasar por tu casa no le regatees, págale el precio justo, le ayudará en su autoestima y en su economía. Este es un hombre bueno, noble, le demos una mano amiga. 


Cuando se acaba el gas o no hay dinero para rellenarlo o comprar con el camión repartidor, este leñador es quien saca de apuros. Más de uno sigue cocinando con leña, la comida, aún los frijolitos, sabe mejor cocidos con leña, dice Enedina la panadera, pero el mejor sabor al comer es saber que ayudaste a una persona, que has hecho el bien, eso sin duda es el mejor sabor de boca.

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