Con paciencia y amor un joven acompañó a un anciano al laboratorio de análisis clínicos.
"Me encantó la postal", nos dice quien grabó el momento y nos lo comparte. Hay quien dirá que esto no es nada del otro mundo, que es su obligación. Pero hay quienes ven esta acción como algo plausible. Es una siembra de amor, tan escasa ya. La cosecha será segura y abundante para el joven, independientemente de los dimes y diretes de la gente.
La motocicleta se detiene sobre la 9a Sur, entre 1a y 2a Oriente. Del biciclo descienden un hombre de la tercera edad y un joven. El sexagenario puede ser el abuelo o padre del joven. Quizá un vecino. Nadie sabe.
Llegan al otro lado. Entran a un laboratorio clínico. Le realizan sus estudios y regresan a la motocicleta. Le coloca el casco con paciencia y cariño mostrados en cada paso, en cada segundo.
Pocos aquilatan que un joven, impaciente por naturaleza, tenga la paciencia de acompañar el paso lento de un anciano. Que un hijo tenga en casa a su senil padre, cuando muchos los llevan a un asilo. Pocos entienden que es plausible obedecer el quinto mandamiento del Decálogo (el primero con promesa). Nadie imagina que este acto, desapercibido por muchos, pero captado por alguien sensible, también fue registrado en el Cielo. Y la recompensa será segura... Generosa para este joven. Seguro es un buen tipo tu viejo ¿Eres tú un buen tipo para él?
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