Luciano sonríe de día, pero de noche llora su pasado cuando su mujer le fue infiel, llora su presente solitario y llora su futuro que a todas luces es incierto
Luciano acude cada día muy temprano al mercado San Juan, en Tuxtla Gutiérrez, donde ayuda a algunas personas a cargar sus bolsas del mandado. No trabaja de viene viene porque no hay espacio y lo corren. Pero pasa por los locales aledaños ofreciendo sus servicios para sacar la basura. Algunos le dan la oportunidad de servir y le dan unas monedas a cambio.
"Es muy lindo, es muy humano", dice una vendedora de carne que conoce a Luciano desde hace unos meses, pero ignora su tragedia interior.
"Hace días casi me hace llorar", cuenta la señora. "Estaba una perrita aquí enfrente y otros le estaban pegando. La querían matar. Era una perrita de la calle. Luciano la defendió, la protegió y estuvo dispuesto a que lo golpearan a él con tal de que dejaran a la perra en paz. La abrazó, la curó, le dio de comer. Fue conmovedor", dice la comerciante.
Luciano camina de regreso a casa y antes de llegar pasa por un lugar donde venden objetos de tercera mano que han sido rescatados de los contenedores de basura. Toma un pequeño muñeco de peluche. Le cuesta 10 pesos. "¿Tienes hijos?", le pregunto. Agacha la cabeza, quiere llorar y dice "no. Es para un niño de la vecindad".
En efecto, llegando a la vecindad Luciano entrega el pequeño peluche, un poco sucio, al niño que lo recibe sonriente y agradecido. Luciano refleja su paternidad fallida en otros niños. Quiso tener hijos. Quiere tenerlos y darles amor, pero quedó en su mente el fantasma del pasado cuando encontró a su mujer con otro y ult1mó a su rival de amores en su natal Chamula, por lo cual estuvo preso dos décadas. Siente que no puede volver a amar porque tiene miedo que lo vuelvan a traicionar.
Por eso Luciano es infeliz. Aunque sonríe y saluda y es amable y carismático en el día, llegada la noche sufre una tragedia indecible. Llora. Llora su pasado cuando su mujer le fue infiel, llora su presente solitario y llora su futuro que a todas luces es incierto, sombrío por su soledad y alcoholismo auto impuestos.
Luciano acudió la pasada noche del 15 de septiembre al Parque Central de Tuxtla Gutiérrez. No fue movido por el espíritu cívico para festejar la Independencia de México. Fue para escuchar al grupo musical y saliendo de ahí se fue a embriagar.
En su mente no puede concebir la idea de la independencia cuando él sigue siendo esclavo del sentimiento de odio.Cómo quisiera poder emular al padre de la Patria, Miguel Hidalgo y tocar la campana de la libertad. Rebelarse. Sacudirse ese fardo que lo obliga a vivir de rodillas, a arrastrarse en el fango de la desesperación.
Quisiera, pero no logra conseguirlo. Por eso él no tuvo nada que celebrar este 15 de septiembre. Todos los días para él son iguales. Amanece y anochece igual. Las cadenas del rencor son muy gruesas, pesadas y largas. No le permiten tener paz, ni felicidad.
Pero en un pequeño rincón del corazón y la mente, Luciano alberga el deseo de liberarse. No sabe cómo, no sabe quién hará posible su liberación aunque él cree saberlo. Pero no se siente con derecho ni con dignidad para acudir a su liberador. Y prefiere seguir esperando, esperando sin esperar.
Luciano tiene la raíz de su creencia, de su fe, su esperanza en Dios: fue un cantante cristiano en tsotsil. Pero Luciano siente que no tiene perdón por haber quit4do la vid4 a un ser humano y por estar a punto de 4s3sin4r a la que juró amar, proteger, cuidar y sustentar: a su esposa.
Luciano quiere una oportunidad. Y cuando se le indica la dirección en donde se encuentra una iglesia cercana, él promete ir. "Voy a ir con ustedes. Quiero reunirme en una iglesia. Quiero pedir perdón. Quiero volver a empezar. Quiero volver a cantar como antes. Yo soy Luciano, cantante cristiano tsotsil", dice. Y una traicionera lágrima sella su compromiso verbal.
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