El hombre crea expectativas que muchas veces no se cumplen. Llega la decepción, el desánimo; resta seguir con el sol de frente y las sombras del pesimismo a las espaldas.
El hombre mira su teléfono, luego voltea hacia el sur, hacia el norte, hacia el oriente y poniente. Finalmente sus ojos se detienen en el piso donde con pintura verde y blanca dice "punto de reunión". Se han reunido pocos, con motivo de la feria de San Roque. Hoy termina y él no tuvo las ventas que esperaba. Lo que más le duele es que tampoco ha tenido la llamada que esperaba. Anhela tener un encuentro familiar y un punto de reunión, pero esto no será posible. Y eso le parte el alma.
De unos 45 años de edad, de complexión robusta, cabello negro lacio, tez morena y mirada triste, el hombre yace sentado sobre la guarnición de la 4a Oriente, entre 2a y 3a Sur del barrio San Roque, en Tuxtla Gutiérrez.
Viste pantalón negro, camisa color café manga larga, y en su cinturón tiene una bolsita de cuero donde guarda sus monedas. Este día han sido pocas. Procedente de los Altos, lleva 8 años en Tuxtla Gutiérrez. Ve poco a su familia, no puede viajar a diario, ni siquiera cada semana. A veces cada mes viene su esposa o su hijo a traer el dinero o él viaja. Es más frecuente lo primero, si se va tiene que perder un día de trabajo, y con lo mal que le ha ido no puede darse ese lujo.
Su mirada triste denota la preocupación por la falta de ventas. Inició como "cangurito", caminaba por las calles de Tuxtla, pero el peso de los años y los achaques le han obligado al sedentarismo y sentarse en una sombra, a esperar el paso de los transeúntes. Para ganar unas monedas más, a su labor de "cangurito" sumó el trabajo de bolero.
Sobre el piso hay una mochila azul y una canasta donde tiene dulces y cacahuates de reserva, por si acaba la venta de su recipiente de madera. Pero eso no ha ocurrido ni un solo día. El repuesto se queda esperando el momento de saltar a la cajita de madera.
Con el anuncio del inicio de la feria de San Roque, el hombre se alegró, nacieron las expectativas de mejores ventas, mejores días, mejores ingresos, mejores condiciones de vida para su familia; pero la expectativa no se cumplió... "ha estado muy lento", dice el hombre.
No ha sido sólo la feria de San Roque, en general todas las ferias están padeciendo lo mismo, ha bajado la afluencia hasta en un 60%, reconoce Edelmira, una mujer que se dedica a vender en cada feria de Chiapas. Hace su agenda, recorre la entidad: Estuvo en Ixtapa, no le fue muy bien. Estuvo en Berriozábal, le fue un poco mejor, pero "esta vez en San Roque estuvo muy pobre la venta", dice ella.
Por eso el "cangurito" y bolero voltea al sur, al norte, al oriente y al poniente en busca de algún potencial comprador, pero no aparece ninguno. Finalmente sus ojos voltean a donde dice "punto de reunión". Es una señalética de Protección Civil que indica dónde deben quedar las personas en caso de evacuar los inmuebles por un sismo u otra emergencia.
También indicaba que ahí sería la reunión por la feria de San Roque, pero pocos aceptaron el llamado. Ahora el hombre suspira porque quisiera que allí fuera el punto de reunión con su familia, a la que no ve desde hace un buen tiempo. Quisiera que el encuentro fuera sin interés monetario de por medio. Quisiera sentirse amado, valorado, reconocido. Su estómago tiene hambre de alimento. Un pequeño vaso de unicel tirado a sus pies indica que acaba de tomar un vasito de pozol, es todo lo que tiene en su estómago y eso no le llena. Pero su hambre de afecto es más grande que su necesidad material de alimento.
Por eso el hombre mira con frecuencia su teléfono, pero no hay mensajes, no hay llamadas y eso le entristece y preocupa aún más. Se consuela con la idea de que no hay señal en su pueblo o que tal vez no hubo para recargar saldo a los teléfonos de su familia. A lo mejor su teléfono está descompuesto, piensa, pero tampoco lo llevará a arreglar; no tiene el dinero para ello.
Y así transcurre el tiempo inclemente, y el hombre ve como con los minutos, las horas y los días su expectativa más reciente de mejores ventas, mejores ingresos y mejores condiciones de vida para su familia, no se cumplió.
Esperará otra ocasión. Cómo quisiera creerle a Yuri que cantaba "siempre vendrán tiempos mejores". Cómo quisiera creerle a los políticos que auguran tiempos mejores, nuevas épocas. Pero sólo queda en utopía, su realidad le indica que no es así, no por esta vez, al menos.
Finalmente el hombre voltea hacia las escalinatas del templo. Se para, se persigna. No puede subir, menos entrar a la parroquia, porque implicaría descuidar su negocio, se lo pueden robar, hay inseguridad. Desde la calle se persigna, pidiendo misericordia para él y su familia. Que Dios se apiade y pueda proveer para sus necesidades diarias.
Se vuelve a sentar y piensa para sus adentros "ya vendrán tiempos mejores". Lo espera, lo cree... lo necesita.
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