El otro egoístamente retiene. Éste causó tristeza a un niño; aquél hace felices a muchos, con frecuencia.
Dos historias distintas se vivieron este día en dos lugares distintos de la capital chiapaneca. En uno triunfó el amor, haciendo felices a niños y niñas. En otro triunfó el egoísmo, causando tristeza a un pequeño. En los dos casos hubo helados de por medio.
Caralampio es un hombre de buen corazón, es natural que sea así pues es un hombre que cree en Dios, le ama y ama a sus semejantes. Aunque es una persona de escasos recursos económicos, en fechas especiales suele regalar raspados a la gente más vulnerable.
Vive en la Colonia Aires del Oriente, se congrega en la Iglesia Adventista del séptimo Día. Él y su esposa predican del amor de Dios y lo demuestran de forma práctica. En fechas como el Día del Niño, el Día de las Madres y otras, Caralampio acostumbra regalar raspados a niñas y niños cuyos padres no tienen para comprarles uno.
Este 16 de septiembre eligió un lugar al sur oriente de la capital chiapaneca, en donde pudo obsequiar los deliciosos raspados a niños, niñas y adolescentes.
Lamentablemente, en el lado opuesto de la ciudad, al norte poniente, ocurrió una historia totalmente opuesta a la de Caralampio.
Un padre de familia que nos pide el anonimato por obvias razones, nos cuenta que al escuchar la música del vehículo que vende helados, su hijito salió corriendo a la calle, llevaba en su manita el dinero que logró juntar en el botecito donde la familia guarda el dinero para las tortillas.
El niño corrió con la ilusión de poder comprar un helado, el más económico, el más pequeño, pero era su ilusión disfrutar de un helado.
El chofer y despachador de la unidad, al ver que el niño le pagaría con puras moneditas de 50 centavos, hizo una mueca de enfado y fastidio, le indicó al niño que no le despacharía, que su dinero no valía.
El padre, muy apenado, quiso buscar más dinero que sí fuera recibido por el vendedor de helados, pero no lo encontró. El niño se quedó llorando, sin entender por qué no fue posible comprar un helado, si las moneditas, por pequeñas que fueran, también valen.
Estas dos historias muestran los dos tipos de seres humanos que hay en este mundo. Están los buenos y los p3rvers0s, los que aman a otros y dan, los que son 3goístas y buscan su propio bienestar
Hay que amar, hay que dar, y al hacerlo uno consigue ser feliz por haber hecho feliz a otros. El egoísta vivirá una vida de m1seria. Tú eliges de qué lado te gustaría estar.
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