El temor de muchos al exhalar su último suspiro, fue que los olvidaran y abandonaran los seres por quienes vivieron y murieron. Y así fue: el polvo de la ingratitud y del abandono ha cubierto miles de tumbas que ni siquiera en estas fechas fueron visitadas.
Si tememos a la muerte no es por la tumba,
es por lo que les toca en suerte a los que ya se han ido.
No nos aterra ser cubiertos por la tierra;
Tememos ser sepultados en el olvido.
La marimba es llevada en hombros por dos hombres que cruzan con dificultad entre los angostos pasillos del Panteón Jardín San Marcos. Llegaron desde temprano este 2 de noviembre. Apenas llevan una canción ejecutada: "Te vas ángel mío".
Tras concluir la única pieza pagada se retiran al pasillo más amplio, justo donde van entrando decenas de visitantes. Empiezan a ensayar y a tocar algunos acordes de la canción "Amor eterno". Es su tarjeta de presentación. La mayoría camina indiferente, los oyen más no los escuchan y menos requieren sus servicios, no les interesa o no traen dinero. Quizás sean ambas cosas.
De repente llega un muchacho, les habla. Tras concertar el precio del servicio comienzan a avanzar rumbo a la tumba donde espera una familia. A medida que avanzan van pasando entre tumbas cubiertas de monte y de basura, indicios de que no los han visitado.
Los marimbistas se estremecen al pensar que la suerte de esas personas que yacen en esa tumba olvidada, pudiera ser la de ellos. No quieren que sea así, esperan que no ocurra, por eso se esfuerzan para llevar el sustento diario a casa para esposa e hijos, pero temen que todo su esfuerzo, todo su amor, no sea suficiente para ganarse un lugar en la mente y corazón de sus seres amados, y que llegado el momento de partir los vayan a olvidar.
Mientras tocan los acordes de la canción "Te vas ángel mío", piensan en el momento en que tengan que partir y ser depositados en la fría tumba, oscura y silenciosa. Pero no es eso lo que les aterra. Lo que da pavor es ser cubierto por el polvo del olvido, del abandono, de la ingratitud.
Siguen avanzando entre los angostos pasillos, llevan a cuesta la marimba que no pesa mucho, pero la vida vaya qué pesa. Cuesta subir la cuesta; la vida es una pendiente elevada, es remar contra la corriente, es poner creatividad, ingenio, esfuerzo y perseverancia cada día, cada hora, para obtener un ingreso y suplir las necesidades básicas de la familia.
Pesa toparse con un muro infranqueable de ingratitud cuando lo poco que se gana alcanza sólo para lo más básico, no para lujos, no para caprichos. Y quizás eso sea lo que a más de uno lo lleva a ser ingrato, olvidadizo, apático, indiferente, insensible. Sobre todo, porque se escudan en la frase "en vida hermano, en vida". "Si no se lo di en vida, para que se lo doy ya muerto, total no lo ve, no lo oye, no lo siente, así que no tiene caso que vaya, no tiene caso que gaste mi dinero en las flores tan caras, no tiene caso que pague una música si ya no lo va a oír. No tiene caso que le lleve comida", es el pretexto evasivo para incumplir con el deber de hijo, hija, esposo, esposa, padre o madre.
Son muchos los visitantes que llegan al camposanto, pero no se cumple la expectativa: se esperaba la visita de 186,000 personas los días 1 y 2 de noviembre, cuando mucho se llegó a 90,000 en los cinco panteones de Tuxtla Gutiérrez. Los operativos viales fueron en cuatro de ellos: Panteón Municipal, Panteón Jardín San Marcos, panteón de Terán y panteón de Plan de Ayala.
La afluencia se redujo en casi la mitad y un recorrido por el panteón constata las cifras, solamente un 60% de tumbas tienen flores o evidencias de haber sido visitadas; la mayoría luce abandonada: cruces de madera podridas, cruces de metal desoldadas, algunas incluso exhiben un letrero de "se vende". No hubo familia que pagara el derecho de perpetuidad y la persona sepultada será exhumada... el lote será vendido al mejor postor.
Y como esta tumba, muchas correrán la misma suerte. Es que los familiares, además de sepultar a su ser amado en la tierra, los sepultaron en el olvido; ya no se acuerdan de ellos y eso es lo que más duele, lo que más aterra y preocupa al que lanza su último suspiro y es depositado en la fría tumba.
La letra de la canción "Amor eterno" sólo queda en letra muerta; en los hechos no se demuestra que sea un eterno amor, tuvo fecha de caducidad, acabó cuando la persona expiró, terminó con el reparto de bienes. Hoy miles están sepultados, abandonados, olvidados.
Si tememos a la muerte no es por la tumba,
es por lo que les toca en suerte a los que ya se han ido.
No nos aterra ser cubiertos por la tierra;
Tememos ser sepultados en el olvido...

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