La ignorancia, la incredulidad y años de gobiernos que han usado a la mentira y los montajes como métodos recurrentes para engañar o distraer a la opinión pública han hecho de la pandemia de Coronavirus Covid-19 en México un caso bastante particular, peligroso y vergonzoso a nivel internacional.
Las escenas de violencia irracional con personas atacando a personal médico, hospitales y edificios públicos bajo argumentos conspiratorios de que la enfermedad es propagada de manera intencional por gobiernos locales para cumplir cuotas de muertos, que el personal médico asesina a pacientes para extraerles “valioso líquido” corporal o que el Covid-19 es esparcido mediante drones o la fumigación, nos debe llevar a una reflexión profunda sobre el fenómeno social expuesto.
Y es que, no es necesario trasladarse a los pueblos donde las teorías sin sentido han desatado violencia para palpar la avalancha de desinformación e incredulidad. Dese usted una vuelta por las redes sociales para observar la notoria cantidad de personas llenas de dudas, compartiendo teorías e información que desestiman la gravedad de la enfermedad, y su existencia misma.
Justo cuando se necesita más certidumbre y responsabilidad social, uno de los peores rostros de México ha hecho presencia. Por eso, a más de tres meses del primer caso en México, la cifra de muertos y nuevos contagios no parece dar tregua. Difícilmente habrá medida, no coercitiva, que haga conciencia entre quienes simplemente han decidido no dar crédito a las advertencias hasta vivir la pandemia en carne propia.
Ni siquiera las redes sociales convertidas en obituario hacen que la cordura llegue a los incrédulos. Ese es el mayor riesgo que ha enfrentado México ante la crisis epidemiológica. Y ese será la mayor complicación para conseguir un control real de la situación, más allá de los datos o pronósticos “optimistas” hechos por las autoridades en la materia sobre un control epidemiológico que evidentemente se les ha salido de las manos.
La pandemia de Covid-19 debe convertirse no sólo en un punto de quiebre para México en materia de salud pública, sino también en materia psicosocial, a fin de estudiar, analizar y entender un comportamiento tan desconcertante como el vivido durante los últimos meses -de manera repetitiva- en varios rincones del país.
Resulta evidente que buena parte de la población en México no está preparada para hacer frente a una crisis de ese tipo o de mayor gravedad. Que las autoridades (de los tres niveles de gobierno), más allá de los colores partidistas, carecen de credibilidad; que el Estado mexicano está claramente ausente y se encuentra rebasado desde hace muchas décadas.
Si bien el fenómeno social no es exclusivo de México, sí es responsabilidad atenderlo desde lo local. Hoy más que nunca la ciudadanía debe actuar con responsabilidad, evitar contribuir a la desinformación para no elevar la incertidumbre, el miedo y la violencia irracional. El Covid-19 nos ha mostrado qué tipo de sociedad somos y en qué debemos trabajar desde lo individual o colectivo para superar la crisis actual y, tal vez en un futuro, afrontar una próxima crisis de mejor manera… así las cosas.
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