Se llama Adolfo. Debería llamarse Belcebú. Su mirada denota la legión de demonios que revolotean en su interior, que le llevaron a cometer la atroz acción y que le impiden mostrar el más leve signo de arrepentimiento. Dañó el cuerpo, mente y espíritu de una pequeña niña inocente. La violó brutalmente. Ya fue detenido.
María no entiende cómo pasó, se culpa por haber bajado la guardia y dejar a su pequeña indefensa un momento, tiempo que una mente depravada aprovechó para pasar del pensamiento a la acción, abriendo la puerta a la desgracia para una pequeña, marcada quizá de por vida.
La pequeña de identidad reservada, dormía en su domicilio ubicado en el municipio de Pijiiapan, Chiapas. Un hombre en estado de ebriedad, pero sobre todo poseído por espíritus demoníacos, comenzó a ver a la niña, la deseó. La acarició y luego la mancilló.
La pequeña despertó del sueño con tremendo dolor físico y más emocional. Narró los hechos a su madre, quien de inmediato denunció el reprobable acto a la Fiscalía General del Estado. El juez de control del Distrito Judicial de Tonalá obsequió la orden de aprehensión, la cual fue cumplida por la Policía Especializada.
El degenerado individuo ya fue puesto a disposición del juez que lo reclama. Le espera una cárcel y una nada grata bienvenida en el penal. Llegará acusado por pederastia agravada.
Lo más doloroso para la pequeña es que su agresor es un familiar muy cercano a ella. El, sin embargo, no muestra un ápice de arrepentimiento… Se llama Adolfo. Debería llamarse Belcebú.
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