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lunes, 28 de julio de 2025

TUXTLA / "¡Ya es tardísimo!"

Literal y simbólicamente para un vendedor ambulante de la tercera edad. Puede ser el caso de alguna otra persona.



"Ya es tardísimo", exclama el hombre, y sin despedirse siquiera, enfila sus pasos hacia el sur. Luego de cruzar la Calle Central, se pierde entre el tráfico vehicular y peatonal. Vive de prisa, siempre lo ha hecho. Ahora, en el ocaso de su existencia, valora cada segundo que probablemente desperdició en su juventud y adultez. 


Las 11:00 de la mañana, no es hora "pico", pero como si lo fuera. El embotellamiento vehicular es impresionante; desde la 9a Sur hasta la 9a Norte, desde la 13a Oriente a la 11a Poniente, las vías lucen congestionadas de autos que avanzan a vuelta de rueda. Algunos se desesperan y tocan el claxon con insistencia, como si eso fuera a despejar la vía.


Algunos tienen prisa por llegar al trabajo o por sacar la cuenta como en el caso de los taxistas y colectiveros. Tienen que llenar el tanque de combustible, entregar la cuenta al patrón y por supuesto llevar dinero a casa. Cada minuto y cada segundo transcurrido cuenta y les mete presión adicional, pero no pueden hacer nada por solucionar el problema: cada vez hay más personas y más autos en la capital chiapaneca.



Sobre la Calle Central el flujo peatonal es impresionante. La 4a Sur, ni se diga. Es ahí y no la Avenida Central y Calle Central el corazón comercial de Tuxtla. Ahí hay mucha afluencia de peatones, transeúntes que buscan comprar algo o tal vez nada. Algunos son compradores compulsivos. 


Recargado sobre la pared de una conocida papelería, un hombre joven grita "¡camisetas chicas y grandes! ¡camisetas chicas y grandes!", ese es todo su discurso de venta. Su estrategia de mercadotecnia es p0bre, como paupérrima es su formación académica y su nivel de vida... no le alcanzó para más.



De repente aparece la figura de un hombre de edad avanzada, apoyado con un bastón color rosa. Viste pantalón café, camisa azul manga larga, gorra n3gra y huaraches de correa. En su mano izquierda sostiene varias bolsas de plástico transparente con caramelos de menta. Sobre su pecho cruza una banda que sostiene una cangurera con más productos. El día luce un poco nublado, no se percibe el sol en su cenit.


El vendedor ambulante de la tercera edad se ha detenido a platicar con su compañero vendedor. Intercambian dos o tres palabras. De repente el hombre de la tercera edad pregunta  "¿qué horas son?". Su compañero mira el reloj y le dice "son las 11:30". 


"¡Madre mía, es tardísimo y no he vendido nada! Ahí nos vemos",  exclama el hombre que ya pinta canas; se le vino el invierno de la vida encima.


Espera que pasen los autos sobre la Calle Central, cruza al otro lado y sigue su marcha hacia ningún lado, camina sin rumbo, esperando que alguien le compre sus productos.


Hoy se apoya en un bastón, la edad y el tiempo se le vino encima sin carnaval ni comparsa. Vivió de prisa, no sintió el transcurrir del tiempo. Hoy quiere redimir el tiempo, pero es imposible... el tiempo no vuelve atrás.


Es tardísimo para este hombre, lo es también para aquellos que a dos manos han tratado de beber en la fuente del ocio. Concibieron inacción y dieron a luz la esterilidad. Ninis.



Hoy es tiempo de ser y hacer para tener. Hoy es tiempo de acción, "la noche viene cuando ya no se puede trabajar, pero mientras dura el día hay que aprovechar", lo dijo el Rabí de Galilea. 


De la hormiga tomemos el ejemplo, que almacena alimento en verano para que llegado el invierno tenga qué comer. El invierno de la edad tal vez nos llegará, hoy hay que aprovechar el verano de la vida: es tiempo de trabajar y guardar... Antes que sea ¡tardísimo!

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