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miércoles, 24 de octubre de 2018

50 ANIVERSARIO / Medio siglo de estar entre carnes y verduras

  • Los más mil 200 hombres y mujeres que día a día dejan parte de su ser entre los pasillos del mercado “Díaz Ordaz”, celebraron 50 años, trabajando. Globos, mariachi, botanas y música para bailar, amenizaron el singular evento.



El cambio de nombre gustó a pocos, molestó a muchos. “Pero la esencia sigue”, la que tuvo en su origen hace medio siglo, dice el líder de locatarios, Juan Morales. Los más mil 200 hombres y mujeres que día a día dejan parte de su ser entre los pasillos del centro de abastos, lo celebraron trabajando. Globos, mariachi, botanas y música para bailar, amenizaron el singular evento.

Erika sube a una silla para colocar sobre el pasillo los globos de color gris y celeste. Son pocos, como escasos son los marchantes que se detienen en su local que oferta productos de belleza.

Con su sonrisa tímida, la joven voltea para que su rostro no salga en la grabación del reportero. Quien no esconde su emoción es Adriana, que vende flores. Con música tropical se anima e invita a los clientes a comprar con ella.

De repente una música de mariachi, en vivo, opaca a la grabadora de Adriana, que mejor apaga el aparato. Es el Mariachi Señorial, de Tránsito Municipal, que recorre los pasillos del mercado que este día cumple medio siglo de vida.

Las Mañanitas, el Son de la Negra,  entre otras piezas, son interpretadas por los alegres músicos que prodigan sus notas entre los más de 900 locales fijos y 300 semifijos.

En uno de ellos, con venta de carne, un hombre de mirada noble, sonrisa amplia y cabello invernal, observa atento. Es Juan Morales Sánchez, el secretario general del mercado. Llegó hace 50 años, siendo un niño de 12 años, con pies descalzos, pero con mucha ilusión. Su madre vendía vísceras, en el local de enfrente de donde se ubica el suyo.

Juan suspira al recordar el inicio del mercado. Han ocurrido tantas cosas en 50 años.  Conoció el amor y desamor. Vio a muchos nacer y también morir. “Se han ido tantos”, dice y sus ojos se ponen brillosos. Le duele el recuerdo.

Eleodora suspira también. Ella vende pozol desde hace 22 años, siempre en el mismo lugar, en el mercado Díaz Ordaz. Su abuelita Cleofas se lo heredó. “Ella vendía verduras que cosechaba en el patio de la casa”, dice. Eleodora prevé heredar su local a su hija.

De los mil 200 locales, apenas uno luce cerrado y otro casi está por cerrar: es de “arreglo de oro y plata”. El orfebre, de cabellos canos como Juan, tiembla al sostener una pequeña pieza de oro. Los clientes escasean. “Ya nadie usa joyas por la inseguridad,” dice. Los empeñan o venden.

El estacionamiento del mercado luce repleto. Son muchos los que llegan a comprar allí. “Es mejor que ir al centro comercial. Allí es más caro y compras cosas que no necesitas. Aquí rinde el dinero”, dice Luvia mientras baja de su coche y sube la escalera para surtir la despensa semanal.

“Sí, aquí hallas productos frescos, de calidad y a buen precio. Otro lado hay barato, pero echado a perder. Sale más caro pagar doctor y medicinas”, dice sonriente Alejandra, quien compra pollo y pescado.

El mariachi se aleja y llega un trío de música norteña. Ese no es cortesía del Ayuntamiento, pero tampoco cobra, solo pide unas monedas a cambio.  Y mientras la música sigue adentro, afuera hay un ambiente de relativa calma, sin ambulantaje, sin cadeneros. Dos agentes femeniles de Tránsito ven los autos en doble fila y se muestran tolerantes. Los dejan un rato sin molestar. Es día de fiesta. 

La fachada del mercado luce desteñido: la lluvia, el sol y el paso del tiempo han hecho estragos, lo mismo que en el techo. Fue por eso que en abril pasado los locatarios exigieron cuenta claras al Ayuntamiento capitalino. Más de 12 millones de pesos para la rehabilitación, no se reflejan en los hechos.

Y aunque Juan Morales felicita a sus antecesores  Lisandro Nucamendi y Carlos Banda, por sus aciertos, son muchos los que consideran no hay mucho que celebrar. Por eso los pocos globos, por eso escasas botanas y unas cuantas canciones.

Juan el líder, le pone “sabor al caldo” y ofrece 20 por ciento de  descuento en la compra de carne en su local. “Carne suprema barata hasta el fin de semana”, dice.

Sobre el cambio de nombre, él prefiere el anterior. “Hubo mucha polémica”, menciona. “Pero ya que andan cambiando, entonces que le pongan Juan Morales”, dice sonriente.

El cronista José Luis Castro Aguilar, dice que el mercado Gustavo Díaz Ordaz fue llamado así en honor del presidente de la República que gobernaba en 1968 cuando se construyó el centro de abastos.

El cambio de nombres ha originado la falta de identidad entre los habitantes. “Realizar cualquier cambio en los espacios públicos sin consultar con los grupos artísticos, culturales e históricos, es una falta de respeto para los tuxtlecos y para la cultura”, dijo

El mercado Gustavo Díaz Ordaz sufrió una modificación hace unos años y ahora se llama Juan Sabines; sin embargo, un sector de la población se quedó con el primer nombre”, afirma y tiene razón.

Juan Morales se identifica como “secretario general del mercado Díaz Ordaz”. Luego corrige sonriente: “”Ahora es Juan Sabines”, pero es honesto al decir que le gusta más el anterior, le da identidad y evoca recuerdos de su origen. Los locatarios también prefieren el anterior.

“Con este local he sacado adelante a mis hijos, los cuatro con carrera”, dice satisfecha Ludivina, quien vende verduras desde hace 30 años en ese mercado. Y aunque no celebra en grande, externamente, por dentro siente paz por el sentimiento del deber cumplido.

“Si Díaz Ordaz fue el autor de la masacre el 2 de octubre de 1968, no lo sé, ni me interesa, solo sé que gracias a él en ese mes y año tuvimos este mercado que me ha dado de comer por 50 años y he podido apoyar a mi familia”, dice Raúl, uno de los pioneros junto con Juan Morales, el actual líder..

El cambio de nombre gustó a pocos, molestó a muchos. “Pero la esencia sigue”. El mercado “Gustavo Díaz Ordaz / Juan Sabines”, sigue vivo en la preferencia de los marchantes.

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