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domingo, 7 de octubre de 2018

Código Nucú / César Trujillo... Analfabetismo funcional


Un pueblo ignorante es la fórmula más funcional para que cualquier gobierno pueda hacer de las suyas. No por algo Robespierre, quien terminaría siendo víctima de su propio entusiasmo en la guillotina durante la Revolución francesa, decía que el secreto de la tiranía estaba en mantener a las sociedades indoctas, pues de dotarlas de educación era darles las llaves a la libertad (palabras más, palabras menos) y, entonces, se rompía con los objetivos del totalitarismo.  

Quizá, por ello, el 36% de los países de América Latina gasta menos del 1% de su presupuesto educativo en alfabetizar a sus adultos mostrando que sus prioridades, entonces, son otras muy diferentes a las de la verdadera búsqueda del progreso y desarrollo de las naciones.

Es más, el tercer Informe Mundial sobre el Aprendizaje y la Educación de Adultos (Grale III), promovido por la Unesco, ha sentenciado que el analfabetismo estará vigente hasta casi finales del siglo XXI. Ahora bien, ¿qué pasa, entonces, con el otro tipo de analfabetismo, el que se denomina funcional y que es una especie de incapacidad en el que se encuentran inmersas las generaciones actuales?

Deje le explico: los académicos han señalado que lo más preocupante es esta suerte de apatía de una gran parte de la sociedad que “no utiliza ni su capacidad de lectoescritura, ni la lógico-matemática”. Son estos ciudadanos (que abundan en México) que evitan pensar, analizar, leer o estudiar a fondo los problemas y que, incluso, se han apartado de la vida democrática del país. Los resultados los tenemos a la vista todos, y se considera que es una de las principales trabas del desarrollo de los pueblos.

Las cifras arrojadas tras los resultados de la prueba PISA para México, por ejemplo, remarcan que un amplio porcentaje de estudiantes universitarios no tiene la capacidad de comprender y analizar textos (muestra palpable de esto) y es preocupante. Quizá por ello los gobiernos han comprendido que el camino más fácil para conculcar las garantías individuales es el apuntalamiento de un pueblo ignorante y el disfraz de supuestas mejoras, mismas que son acuerpadas con el desinterés con el que se mueven ciertos segmentos sociales.

Los datos, en sí mismos, son duros y muestran el panorama real en el que nos encontramos inmersos. Las tasas elevadas de México nos ubican como uno de los países que más problemas de deserción escolar, desde el nivel básico (secundaria), tiene. Ocupamos un 42.3%, tan sólo detrás de Guatemala con el 52.2% y Honduras con el 44.7%.
¿Hacia dónde ira México, me pregunto, cuando las generaciones que estarán tomando decisiones, las que estarán activas en la vida política del país, son las mismas que abanderan el famoso analfabetismo funcional, son las que no piensan, no aportan nada útil y fortalecen a ese legión de idiotas que señalaba Umberto Eco? La respuesta debería ser ya preocupante sólo en su planteamiento, tomando en cuenta el desastroso camino que lleva la nación desde hace ya varios sexenios. Basta recordar ese dato vergonzoso que da la Unesco donde nos ubican con que tan sólo el dos por ciento de la población tiene el hábito de leer para ponernos los pelos de punta.

Ahora, este flagelo no es exclusivo de nuestra patria, pues ya ha alcanzado, aunque en números menores, a países tan poderosos como Alemania, por ejemplo. Sin embargo, en México está estrechamente vinculado no sólo a una generación, sino a la exclusión y a la misma marginación que son fomentadas desde las altas cúpulas del poder. El problema es más un asunto de prioridades y de voluntad política, y va más allá de esas campañas mediáticas de mostrarse fomentando los hábitos de lectura cuando sabemos que los cinturones de miseria son el principal obstáculo.

Sólo un gobierno que le invierte en la educación de su pueblo puede mostrar su interés en cambiar la situación, en superar los problemas que los aquejan. Pero eso, como bien se dice popularmente, es como pedirle “peras al olmo”.

México es un botín para una clase política cínica y hambrienta que goza de privilegios y canonjías que la existencia de la misma pobreza y pobreza extrema le dan las herramientas para mantener su statu quo.

Manjar
Las fórmulas retóricas para muchos políticos son una salida fácil que les sirven para aparentar autenticidad. Muchos son los que hacen uso, hoy en día, de lo que se conoce como parataxis y que es el uso de oraciones cortas que se visten de sencillez, de frases escuetas y citas (que ni entienden), para mostrar algo que no son, sin importar que tengan que recurrir a los exabruptos o a verdades a medias para alcanzar su cometido. Sin embargo, hay de políticos a políticos. No a todos les funciona esa “estrategia”, otros terminan inmersos y ahogados en sus propias frases, en sus propias palabras huecas. Se les conoce fácil. Inténtelo, ya verá como abundan. #Infamia // “No basta con alcanzar la sabiduría, es necesario saber utilizarla”. Tulio Cicerón. #LaFrase // La recomendación de hoy es el libro Galápagos de Malva Flores y el disco Screaming for Vengeance de Judas Priest. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.
                                             
* Miembro de la Asociación de Columnistas Chiapanecos.

Contacto directo al 961-167-8136

Twitter: @C_T1



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