LOS AMOROSOS / Cerró sus labios, sus ojos y… se fue llorando la hermosa vida - El Centinela MX

NOTICIAS

Post Top Ad

¿Te interesa uno de nuestros espacios?

Post Top Ad

Anuncios

viernes, 17 de mayo de 2019

LOS AMOROSOS / Cerró sus labios, sus ojos y… se fue llorando la hermosa vida


  •  
  • Un camión que era arreglado por el mecánico, se desflechó y al moverse aplastó al hombre, que perdió la vida casi al instante. Su cabeza fue destrozada.



El Centinela

El chofer del camión refresquero se quedó petrificado, como la fría efigie del poeta chiapaneco Jaime Sabines, sentada sobre una banca metálica a escasos metros de allí. El camión varado, que era arreglado, estaba estrellado contra el muro de contención. Y el  mecánico… estaba muerto. “Los amorosos callan… y se van llorando, llorando,
la hermosa vida”.

El camión repartidor de refrescos de la Coca Cola, estaba cargado. Más de seis toneladas de veneno líquido, en espera de víctimas. Con el número económico Tux 8602, la pesada unidad marca Isuzu tipo Chasis,  rojo, modelo 2008, placas CX 33367, de Chiapas, pasó frente al mirador Los Amorosos. Sobre la banca metálica estaba el poeta Jaime Sabines Gutiérrez,  mirando sin ver.

El fresco viento de la mañana (eran las 9:00 horas) y la nublada vista de la ciudad capital hacían evocar los versos del inmortal poema que dio nombre a ese mirador, donde cientos llegan a dialogar en silencio el lenguaje del amor y a llorar el desamor.

Los amorosos no necesitan hablar. “Los amorosos callan.  El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable.  Los amorosos buscan,  los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan”.

De repente, la unidad propiedad de Servicios Integrados comenzó a zigzaguear. Perdía el rumbo peligrosamente a 80 kilómetros por hora.  Es que se había “desflechado”. Se había roto el diferencial.

¿Cuántas veces, los corazones rojos, como el camión averiado, se han flechado y luego desflechado, provocando el mismo extravío en quien sufre la ruptura interna? Y lloran.

Lloran porque “Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos  porque están solos, solos, solos,  entregándose, dándose a cada rato,  llorando porque no salvan al amor”.

Así de solo, así de loco, desesperado, el chofer llamó a la empresa, de donde enviaron al mecánico. La unidad propiedad de “Mecánico Tek”, se orilló. El “elegido” para la tarea fue Yoni Estrada Hernández. Era el mejor para esa labor.

El hábil mecánico tomó sus herramientas, las colocó junto a la pequeña cama y se metió bajo la unidad varada.  El viento frío comenzó a soplar de forma lúgubre sobre el sitio ubicado entre el Asta bandera monumental y  Los Amorosos. Yoni se notaba preocupado y no sabía por qué.

Es amoroso. A los amorosos “les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben.  Siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte.  Esperan,  no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar”.

Y la flecha metálica, pesada, esa que estando en el lugar correcto mueve al camión, se desprendió del todo. Cayó sobre el pecho de Yoni. Lo peor siguió dos segundos después. El endemoniado camión avanzó hacia abajo y aplastó la cabeza del mecánico amoroso.

El lesionado extendió los brazos en un angustioso rictus de dolor. Sus venas se hincharon como queriendo recuperar la sangre perdida en poco tiempo.

Los amorosos “tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan  también como serpientes para asfixiarlos”.

Yoni comenzó a perder la vida lentamente. No quería cerrar los ojos. No quería dormir. Es que  “los amorosos no pueden dormir  porque si se duermen se los comen los gusanos.  En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto”. 

El chofer asustado, llamó ahora al 911. Llegó la ambulancia de Protección Civil Municipal al mando del paramédico Alejandro Moreno. Llegaron rápido. Estaban cerca. Llegaron tarde: Yoni estaba muerto. Es amoroso.

A los amorosos “la muerte les fermenta detrás de los ojos,  y ellos caminan, lloran hasta la madrugada  en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

El sitio fue acordonado por la patrulla PC-534 de Tránsito Municipal. No había palabras. Solo miradas incrédulas, perdidas en el laberinto del escepticismo, buscando inútilmente el eco de un grito silencioso que les diera un poco de esperanza.

El cadáver del amoroso mecánico fue levantado y llevado al Semefo. En el lugar quedó la mancha de sangre y a escasos metros, el petrificado poeta sentado en la metálica banca, con su mirada perdida hacia el infinito horizonte.  El amoroso escritor se fue un día llorando, y dejó igualmente llorando a otros.

Escribió así, el colofón de su poema y de su existencia “Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida,  y se van llorando, llorando, la hermosa vida”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Top Ad

anuncios 2