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jueves, 1 de febrero de 2018

PERSONAJE / Ramilletero y músico por vocación

  • Rusel  Hernández Mendoza tiene  68 años de edad,  y 10 de músico tradicionalista. Con su domicilio en el barrio San Pascualito de Tuxtla  Gutiérrez, participa en dos dimensiones de la mayordomía zoque.


El hombre viste pantalón y camisa de manta blanca.  Un cinto rojo cuelga en ambos costados de  las piernas del sexagenario. Un pañuelo rojo atado a su cabeza, bajo el sombrero,  es la “corona” del atuendo zoque. De su hombro derecho cuelga un tambor. En el está escrito su nombre: Rusel.

Rusel  Hernández Mendoza tiene  68 años de edad,  y 10 de músico tradicionalista. Con su domicilio en el barrio San Pascualito de Tuxtla  Gutiérrez, participa en dos dimensiones de la mayordomía zoque.

“Soy segundo maestro ramilletero, floreado y nombrado por la mayordomía, y músico ayudante”, dice satisfecho, pero no orgulloso. Aclara que no puede tener dos cargos,  porque a veces coinciden las actividades y debe darle prioridad a una.

Acaricia el tambor y dice que le encanta la música. “No me invitaron, me nació; esto se trae en la sangre, al escuchar la música tradicional me dio ganas de integrarme,  me acerqué, el maestro músico vio mi interés y me invitó a participar”.


Rusel solo toca el tambor y exclusivamente sones religiosos. “Son de 14 a 16 sones, no todos se tocan en la misma fiesta, se seleccionan y se ensayan previamente. El maestro lo agenda. En la bajada de las vírgenes de Copoyita se tocaron de siete a 9 sones”, dice.

Durante el proceso de envolver y adornar a las vírgenes para la bajada, la música no debe cesar. Tarda entre 40 y 45 minutos de música continua ,efectiva, con cambios sobre la marcha hilando nueve sones.

Es el maestro músico Pedro David quien los coordina,  hijo del maestro Pedro Chacón. El joven es maestro pitero; el papá es maestro de tambor.

Entre los 18 músicos que ensayan cada domingo a las 10 de la mañana, en la ermita del Cerrito, hay incluso un niño.

“Es de una familia tradicionalista. Participan el papá, el tío, el hermano y al niño le nació. Se alistan nuevas generaciones para cuando nos vayamos”, dice sonriente.

“Todos son bien llegados al grupo. Somos muchos y a la vez pocos. No todos participan al mismo tiempo”.


Rusel se despide y enfila sus pasos al sitio donde lo esperan. Lleva su tambor, sus manos y su corazón alistados para tocar nueve sones… y el aire es surcado por  el son de la mayordomía zoque. 

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