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martes, 5 de marzo de 2019

LAS GRANJAS / Herido en la cabeza y corazón

  • El lesionado dijo que fue agredido, sus compañeros de parranda dijeron que se cayó de su propia altura. El joven vive huyendo de su realidad, refugiándose en el alcohol.


La playera blanca del joven se tiñó de rojo con la sangre que emanó tras el golpe en la cabeza. Vecinos solidarios llamaron al 911. Paramédicos humanitarios acudieron y curaron la herida exterior, no así la interior del muchacho que es víctima del alcoholismo.

Se llama Daniel Rodas, tiene 35 años de edad, pero al ser interrogado por los paramédicos no es él sino sus “camaradas” quienes responden. El lesionado se siente aturdido, confundido, un poco por el golpe, otro tanto por los porqués sin respuesta acumulados en los últimos 21 años de su vida.

El muchacho yace tendido sobre el duro cemento de la acera, sobre la calle México, en la colonia Las Granjas. Es más dura la realidad que le agobia y de la cual trata de huir a menudo, refugiándose –cuando su bolsillo así se lo permite- en el alcohol.

Daniel viste todo de blanco (playera, pantalón y calcetas), pero no es enfermero, mucho menos médico. Ya quisiera serlo para curar o al menos mitigar el cáncer del alma que por dentro hace estragos y lo obliga a hundirse más y más en las arenas movedizas del alcoholismo.

La cabeza rota sangra. Parece que la hemorragia aclara un poco las ideas, y Daniel se da cuenta que debe disfrazar. Una vez más, la dura realidad. A la pregunta del paramédico “¿qué te pasó?”, Daniel dice que lo agredieron. Sus compañeros sonríen. Más tarde desmienten y dicen que fue una caída de su propia altura. Pero Daniel no quiere cargar la cruz ignominiosa. No quiere quedar como un débil, como un borracho que no sabe tomar y busca una explicación falsa por su caída. 

Daniel menos quiere aceptar que es un enfermo alcohólico. Y una nueva pregunta lo sacude. Debe ser trasladado para recibir unas costuras en la cabeza, pero al escuchar del paramédico “¿Hay alguien que responda por ti?”,  Daniel siente un nudo en la garganta, mira a su alrededor. Los que lo quieren un poco no tiene medios para pagar el servicio en la Cruz Roja, por ello mueve la cabeza suavemente de un lado a otro y dice “no”.

La ambulancia se marcha y Daniel queda con doble dolor: La cabeza tras la caída, y el corazón, por su abyecta soledad en  medio de ocho mil millones de personas.

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