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jueves, 11 de agosto de 2022

TUXTLA / El Panteón del Conejobus no recibe flores ni visitas


El Panteón del Conejobus no recibe flores, tampoco velas, nadie lo visita el 1 y 2 de noviembre. Los peatones que por allí circulan evocan el nacimiento del "bebé" que ilusionó a muchos y enriqueció a otros. Hoy decepciona a todos.

Aferrado a la malla ciclónica del portón cerrado, Marco Antonio "N", el peatón que avanza rumbo a Loma Bonita, Terán, observa el Panteón del Conejobus. Su mente se remonta a diciembre de 2009.
Desde el "baby shower" hubo emoción. Le prepararon la cuna del "bebé". Y cuando nació hubo algarabía. Incluso en Puebla la agencia automotriz Volkswagen presumió la venta de los camiones revelación por ser alimentadas con biodiesel. Nacía el “Conejo Bus”, recuerda.
Era enero del 2010. En un comunicado, Volkswagen dio a conocer que "colocó una flotilla de 106 autobuses de su modelo Volksbus 8.150, que tienen como fuente de propulsión para los motores el biodiesel". La primera mentira sobre el nuevo "bebé".
"De la flotilla mencionada, 71 autobuses prestan el servicio en la capital chiapaneca Tuxtla Gutiérrez, en tanto que 35 vehículos se incorporaron en Tapachula", agregó el comunicado. Segunda mentira.
El comunicado presumía que "además de la cualidad de estos motores, los autobuses integran opciones como aire acondicionado, cortinas de aire, dos pantallas, equipo de audio, radio de banda civil, contadores electrónicos, GPRS, GPS, lectores de tarjeta para el pago del pasaje y capacidad para 33 pasajeros", en parte era cierto.
Los primeros viajes del Conejobus fueron con clima, cómodos, nada que ver con los ataúdes rodantes de los temibles colectivos de las rutas 1 y 2. Pero el aire acondicionado de las unidades empezó a descomponerse o el chófer no los encendía para ahorrar combustible. Es que el "bebé" comenzó a enfermarse. Antes de empezar a "gatear," algunos de los administrativos aprendieron a "ratear".
La empresa Situtsa fue saqueada, desmembrada y vulnerada por personas desde el interior de sus oficinas, viendo en el transporte público un negocio para llenar sus bolsillos, sin devolverle un centavo a las unidades para que éstas pudiesen brindar un servicio de calidad.
Desde su primera administración a manos de Ezequiel Orduña, la empresa comenzó a tener desvío de recursos, el dinero no regresaba a las arcas de la empresa, no se generaba ese círculo de inversión y, por ende, comenzó desde su primer año a tener serios problemas administrativos. El cumpleaños del "bebé" no fue festivo, piensa Marco Antonio y sonríe.
Tras una larga agonía, el bebé convertido en adolescente de 10 años, enfermo de "leucemia" expiró el día 1 de noviembre de 2020, justamente el Día de Muertos, de Todos los Santos. El Sistema de Transporte Urbano de Tuxtla Gutiérrez S.A. (Situtsa), llamado popularmente como ‘El Conejobús’, llegó a su fin. Lo mataron. Es más, nació muerto, piensa Marco Antonio.
Tan solo una década pudo mantenerse esta empresa que estaba constituida por los 105 socios de las rutas 1 y 2 de Tuxtla Gutiérrez y el gobierno del estado. Fue en el gobierno de Juan Sabines Guerrero, en enero de 2010, cuando los camiones del Conejobús rodaron por primera vez en las calles de la capital chiapaneca. El cuento de hadas, cuento chino o de vaqueros, bien contado y vendido al principio, tuvo un final amargo. Y oneroso para quien nada tenía que ver, el gobierno actual, a quien le cargaron el muertito, y los gastos por el funeral, piensa Marco Antonio y esta vez ya no sonríe; se molesta.

En la administración de Manuel Velasco, el exgobernador se encontró, conque más del 60 por ciento de las unidades que habían sido compradas tres años atrás, ya no funcionaban.
El manejo terrible de las unidades, la falta de mantenimiento tanto en los climas como en las propias piezas mecánicas, hizo que estos camiones se quedaran varados en el corralón, un cementerio de buses naranjas que podían verse desde la carretera que lleva al frigorífico de la ciudad.
Fabián Estrada de Coss intentó estabilizar el barco que amenazaba con hundirse, ya tenía un gran boquete por continuos choques en los iceberg de apatía y corrupción, aunado a la falta de pago a Hacienda federal y pagos al IMSS por los trabajadores.
El intento por tener una nueva cuadrilla de buses quedó en el olvido, con proyectos de estaciones intermedias como las tiene el metrobus en la Ciudad de México, tan solo se pudo comprar unas cuantas unidades y el servicio continuó igual.
Siempre hubo quejas por la falta de pagos a los concesionarios, socios que molestos pedían a las autoridades con suma exigencia, que les pagaran lo acordado cuando fue creada esta empresa, que a decir de los concesionarios nunca estuvieron contentos con esto, ya que Sabines Guerrero los obligó a crear la ya desaparecida empresa.
Luego de varios meses de retrasos en los pagos se hizo insostenible su existencia. Y llegó el fin temido y vaticinado.
Atrás quedaron las ilusiones por el nacimiento del "bebé", cuando el secretario de Transportes, Jorge Antonio Morales Messner, presumió la "sonaja" y señaló que el servicio del Conejobús reduciría el precio del pasaje de 4.50 a 3.00 pesos para estudiantes, 2.50 para adultos mayores y personas con discapacidades diferentes, y 4.00 pesos para el público en general. Era más cómodo, más tranquilo y más seguro que los colectivos.
Desde el 3 de enero de 2010 inició en Chiapas la que fue anunciada con bombos y platillos como la "nueva era" del transporte, marcada por el ‘Conejobús’, único transporte urbano del país que utilizaría biodiesel como combustible, lo que generaría beneficios para usuarios, transportistas, ciudadanía y para productores de jatropha, la cual se utilizaría para crear el biocombustible. La estafa maestra.
Se dijo esa vez, que los vehículos de la empresa alemana Volkswagen estarían equipadas con sistemas de monitoreo satelital y funcionarían con una mezcla de 20 por ciento biodiesel y el resto del diesel, aunque en una segunda fase en febrero de 2010 se incrementarían a una relación 50-50, y en marzo se reemplazaría a 100 por ciento biocombustible. Eso fue utopía. En la realidad siempre estuvo en cero.

Pero para vender el sueño guajiro el gobierno estatal encabezado por Sabines Guerrer construyó una planta de manufactura del combustible de 10 mil hectáreas con la presunta capacidad de producir 12 mil litros al día, que sería operada por los campesinos de la región y asesoría de Colombia.
Intentaban tapar el sol con un dedo. Pero el dedo se quitó. La venda se cayó de los ojos. La verdad fue descubierta. Poco tiempo después de darse a conocer que de las 47 unidades existentes de la ruta 1 Conejobus, solamente laboraban 16 y de las 21 de la ruta 2, únicamente seis en 2017, operadores de las unidades manifestaron que a siete años de echarse andar el proyecto, según el cual las unidades serían suministradas con biodiesel, ninguna de éstas utilizaba el líquido derivado de la Jatrhopa Curcas (Piñón).
Miguel Ángel "N", ex trabajador del ConejoBus, dijo tajante que lo del uso de biodiesel en las unidades fue una gran farsa, "ninguna de éstas fueron cargadas con tal combustible", dijo. En el 2017, de las pocas unidades que aún prestaban el servicio, ninguna cargaba en el Módulo de Producción de Biodiesel, sino en una gasolinera normal de Tuxtla Gutiérrez, en la estación San Luis.
El cáncer de la mentira inició por la enorme nariz del "Pinocho" gobernante y acabó con el resto del cuerpo. La planta de biodiesel inaugurada en noviembre del 2010 por Juan Sabines Guerrero, ex gobernador, y el entonces presidente Felipe Calderón, dejó de operar oficialmente en 2011 y quedó en total abandono desde el 2013. Qué caso tenía seguir jugando a la mentirita, a la tiendita del biodiesel y a los carritos ecológicos.
Marco Antonio suelta la malla ciclónica del portón del cementerio del "Conejobus". Da un último vistazo general a las unidades, lanza un suspiro y avanza con paso parsimonioso a casa, a Loma Bonita, Terán.
Piensa en los yerros cometidos por los gobernantes del pasado, en el despilfarro y robo de dinero sagrado, sangrado de los bolsillos ciudadanos, y vuelve a suspirar. "¿Y para qué? si un día también ellos estarán como el Conejobus, en un cementerio, donde no servirá de nada lo que robaron", piensa Marco Antonio, que sin darse cuenta llega a casa. El abrazo de su hija, el beso de su esposa, la fiesta que hace "Boby" su perro y una fresca jícara de pozol blanco le hacen el hombre más feliz de la tierra.
"Esto si es real, no una mentira ni sueño guajiro como lo del biodiesel y lo del Conejobus". Un día me tocará estar en el Panteón, también, piensa Marco Antonio, pues vive cerca de uno, en Terán. Pero seguro a él si le llevarán flores y velas y será visitado. Sin embargo el Panteón del Conejobus no recibe flores, tampoco velas, nadie lo visita el 1 y 2 de noviembre.

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