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jueves, 23 de noviembre de 2023

TUXTLA / Daniel nació en el monte, ahora es un catedrático de la Unach con doctorado


"Siempre hay futuro, pero depende de cada uno. Yo nací en el monte y ahora soy catedrático de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Chiapas", dice el Doctor Daniel Hernández Santos, nacido en Tecpatán, Chiapas. Es un apasionado de la docencia y amante de la música. 


Daniel Hernández Santos cuenta con una maestría en Ciencias de la Educación, una especialidad en Planeación y Evaluación de la Educación, una maestría en Pedagogía y doctorado en Educación. Es catedrático de la Facultad de Humanidades, de la Unach. 


"Celebro estar vivo después de la pandemia, cuando varios compañeros y amigos se han ido", dice quien es profesor de tiempo completo, luego de explicar que llegó a la facultad en 1999,  el 1 de octubre acaba de cumplir 24 años de docencia. 


Ha prestado su servicio en otras universidades. Es egresado de la Universidad de Montemorelos, Nuevo León. Ahí cursó la licenciatura en Ciencias de la Educación con especialidad en Ciencias Sociales. Esto le permitió conocer muchos lugares. Está cumpliendo 40 años de servicio como docente, desde que en 1983 inició en una comunidad de Chiapas. Desde 1995 empezó a trabajar en una universidad particular, en Tuxtla Gutiérrez. 


Aunque tiene doctorado, a él no le importa que le llamen profe Daniel, no se afana por los grados, viene de una familia humilde. Sus padres ya descansan, pero seguro se sentirían orgullosos de que el último de sus hijos logró ser profesor de la Unach. 



Daniel nació en Tecpatán, Chiapas en un rancho. Sus abuelos tenían una finca cacaotera y cafetalera. Él salió muy chico de ese lugar, ya no lo disfrutó. A los 5 años lo llevaron a Raudales Malpaso, luego vinieron a Tuxtla Gutiérrez en 1969. "Me tocó ver los partidos de fútbol en blanco y negro con el rey Pelé", dice. 


El primer grado de primaria lo estudió en el kilómetro 54 de la carretera Malpaso - Villahermosa. De ahí se fue a Chintulito cerca de Raudales Malpaso, donde estudió el segundo año de primaria. 


Llegaron a una comunidad donde no había escuela y perdió dos años. Al llegar a Tuxtla apenas traía el segundo año de primaria, entró a la escuela José María Morelos y Pavón, de la colonia Bienestar Social. Lo aceptaron, pero ya estaba más grande que los demás niños de su salón, con más de 10 años de edad, buscaron otra alternativa y se fueron a la escuela de la 31 Zona Militar, lo que actualmente es la Séptima Región Militar. Ahí estudió cuarto, quinto y sexto grado. 


El cambio de escuela fue tremendo, de estudiar con civiles a estar compañeros que eran militares, era tremendo, había sargentos, capitanes. Ahí aprendió mucha disciplina, "ahí aprendí el himno nacional, el himno a Chiapas, a saludar bien la bandera, a ser ordenado, firme. La directora era la esposa del general. Aprendí mucha disciplina". 


La secundaria la estudió en el Colegio Lindavista, en Pueblo Nuevo Solistahuacán. Cursó el primer año de preparatoria ahí, el segundo y tercero lo estudió en la prepa 1, donde era vocal de la Mesa de Estudiantes y logró hacer las gestiones para que se construyera la prepa 1 estando como gobernador Juan Sabines Gutiérrez, ahí terminó y de ahí se fue a la Universidad Montemorelos, a estudiar Ciencias de la Educación. Los posgrados los estudió en Tuxtla Gutiérrez. 


De las escuelas que más lo marcó, sin dudar responde, fue el Colegio Lindavista. Primero por su disciplina, su forma de trabajo de los maestros y el lugar. "El ambiente es inigualable, nunca lo voy a olvidar", dice el Dr Hernández Santos, quien tiene un grupo de compañeros con los que guarda comunicación y conviven, estudiaron la secundaria en 1974 - 75. 


El otro lugar que disfrutó y lo marcó fue la Universidad de Montemorelos, pues fue la que le permitió el campo de trabajo y le dio la oportunidad de venir a Chiapas y aquí se quedó.


El interés por la docencia le surgió en la primaria, cuenta. "Fue un poco chusco, pero así pasó. Tenía una maestra muy guapa, en tercer año de primaria, me enamoré de ella más que por su belleza física, por su forma de dar la clase. Le ayudaba a borrar el pizarrón, a pasarle el gis, estaba muy atento con ella y ahí empezó a nacer la idea de ser profesor, y se me hizo, lo disfruto, me apasiona la docencia", relata. 


Así, cuando le hicieron la invitación en 1983 a dar clases en una comunidad de Chiapas, no lo dudó, aceptó. Y eso que no había carretera, sólo un camino de Comisión Federal.


Un alumno que lo marcó fue un muchacho al que le dio clases en una universidad particular: Eder Pérez. Él trabaja en el Tec de Monterrey, es investigador a nivel internacional,  desarrolló un proyecto junto con el Dr Daniel Hernández Santos y fue reconocido por su trabajo realizado. 


Otra alumna que estudió en la Facultad de Humanidades, fue alumna de Hernández Santos en la primera escuela que trabajó. "La niña tenía problemas de lectura y escritura, le daba clases en quinto grado de primaria, me costó muchísimo nivelarla, pero curiosamente esa muchacha estudió Lengua y Literatura en la facultad de Humanidades".


Daniel Hernández tuvo la oportunidad de revisar su tesis, fue su sinodal en su examen profesional, la chica le marcó su vida en el aspecto académico por el cambio que tuvo su superación. "Al revisar su tesis la redacción era asombrosa", ella agradeció el esfuerzo adicional que hizo Daniel Hernández para apoyarla a que aprendiera a leer y escribir. Ahora es una excelente profesionista. La satisfacción es grande para los profesores al ver a sus alumnos realizados, agrega. 


El nivel educativo más complicado quizá fue la licenciatura porque no existía Ciencias de la Educación en Chiapas y se tuvo que ir al norte del país, "pero en el doctorado fue más complicado por una razón principal, desafortunadamente me detectaron cáncer de colon". 


Un compañero médico, doctor Güiris detectó ese problema que impactó mucho en su vida y a pesar del diagnóstico no dejó de estudiar y términó el doctorado en tiempo y forma. A pesar de saber que el cáncer era mortal, Daniel no se dio por vencido, siguió estudiando y tuvo el apoyo de los compañeros maestros a los que agradece. Esto fue hace 15 años. 



La más bonita experiencia fue la especialidad en Planeación y Evaluación que estudió en la Unach. El doctor Carlos Rincón les exigia muchas lecturas. A Daniel le gusta leer libros de epistemología y filosofía por la línea de la investigación. 


Un reto especial fue ser invitado para ocupar la Secretaría Académica de la Universidad Intercultural en 2008, "fue un tremendo reto que pude sacar adelante, lo disfruté bastante". 


Su pasión es la música, le gusta cantar, en los eventos de la escuela ha cantado. Ahora es Adventista del Séptimo Día, le gusta cantar en su iglesia, organiza a los muchachos para que canten. Cantó durante 20 años en un cuarteto, en grupos, coros, solo. Lo hizo y lo hace, es su pasión. "Hay un grupo al que aprecio mucho, con ellos aprendí a cantar en la Universidad de Montemorelos, es el grupo Getsemaní, son sencillos, humildes, pero son reconocidos a nivel mundial. El que dirige al grupo sabe seleccionar las voces, muy bien seleccionadas, practiqué con ellos, pero nunca participé grabando un disco. Grabé un cassette en 1985, con un grupo de varones, aún guardo el cassette, ya lo hice en MP3, disfruto escuchándolo", dice. 


También Daniel cuenta que cantó con Los Terrícolas y Los Pasteles Verdes. Es amigo de Guadalupe Esparza, de Bronco, con quien tiene una bonita amistad, pues en la grabación que hizo de 1985, Bronco estaba grabando también su primera canción, "todavía no era muy bien conocido, a partir de ahí Lupe Esparza empezó a destacar y mantengo buena amistad con él, yo vivía cerca de donde vivía Ramiro, el de los teclados de Broncos. También guarda buena relación con Los Terrícolas. Durante la pandemia, Daniel les pidió que cantaran una canción y le complacieron. 


Cuestionado sobre la labor del docente en México, opina que es un "tema complicado". Regresando al pasado, el profesor era muy apreciado por los alumnos. Últimamente parece que el profesor no tiene mucha importancia, "quizá con el trabajo virtual se perdió la comunicación directa y se repercutió en la convivencia la experiencia. Dar clases en la primaria fue muy bonito, con un pleno acercamiento con padres y alumnos, confiesa. 


Aunque en la actualidad se lleva muy bien con sus alumnos y aunque hay varios muchachos que reconocen su trabajo, en general ha bajado la estima y la apreciación hacia los profesores. 


El profesor tiene que ser empático, él disfruta una relación de pleno compañerismo con los alumnos, eso sí, con respeto. Ha logrado la empatía. 


Formar parte de la Universidad Autónoma de Chiapas es lo más hermoso que le ha tocado vivir, dice Daniel. Le ha brindado muchísimo, "me ha dado de comer durante 24 años, mi hija estudia en la Facultad de Veterinaria y mi hijo mayor trabaja en la universidad, logró ingresar por sí mismo, no me pidió ayuda para trabajar ahí, estudió sistemas y está trabajando, es la satisfacción que tengo". 


Hernández Santos da un consejo a los jóvenes: "que le pongan mucho interés a su formación profesional, que aprovechen la oportunidad para poder desarrollar sus capacidades. Los invito a ser responsables, que se interesen por las áreas de superación. Siempre hay futuro, pero depende de cada uno. Yo nací en el monte y ahora estoy en la Universidad Autónoma de Chiapas", concluye.

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