Muy pocas tumbas lucieron con flores frescas; las demás fueron ignoradas, no hubo familiares que visitaran a los padres que ahí yacen. Ingratitud.
El golpe del cincel y el marro en manos del albañil hace retumbar la bóveda por dentro y por fuera. Dentro hay un ataúd que será exhumado, fuera hay familiares que se estremecen con el golpeteo. Es domingo, día del padre, y alguien tendrá que ser sacado para que en su lugar sea depositado otro miembro de la familia; hubo otra pérdida, precisamente en este día. De las miles de tumbas del Panteón Municipal, muy pocas lucen con flores frescas, la mayoría no fue visitada, los padres han sido sepultados en el polvo del olvido. Duele la escena, duele la ingratitud de las hijas y los hijos que fueron depositarios del amor paterno y hoy corresponden con indiferencia.
La ardua labor del albañil termina, logra retirar las tapas de concreto de la tumba con gavetas. Con mucho esfuerzo sacan el ataúd que luce ya muy deteriorado, lo ponen a un lado de la bóveda, los familiares se acercan para observar los restos humanos. Serán colocados en una bolsa y luego lo depositarán dentro del ataúd que será inhumado más tarde.
Algunos suspiran, otros no contienen el llanto; pero es en una tumba ubicada a seis metros del lugar donde la familia entera llora. Han llevado flores al padre que falleció el pasado 12 de octubre; sufren su ausencia: les duele, tenía 78 años de edad. Pudo haber vivido más, piensan.
En otra tumba aledaña, los hijos y nietos celebran al padre ausente. Un nieto coloca una botella de Coca-Cola al pie de la cruz, era la bebida favorita del abuelo. Derrama un poco sobre la tumba, pensando que el muerto lo tomará. Quizá en vida nunca le invitaron un refresco, tal vez nunca le dieron un arreglo floral, una palabra de reconocimiento o de gratitud. Normalmente se espera que la persona esté ausente para decir las palabras y hacer las acciones que debieron realizarse en vida.
Hoy, muchos pusieron de pretexto que estaban lejos o que las flores estaban caras y no visitaron la tumba de sus seres queridos. Tumbas con basuras, con cruces de madera podrida, con deterioros notables, evidencia de la ausencia y el olvido en que los han sepultado... eso es peor que la tumba literal.
No hubo mariachis, ni tríos, ni solistas cantando las canciones favoritas del padre, a diferencia de cuando es el Día de la Madre. Hoy muchos prefirieron irse a sus labores, a un partido de fútbol, hacer otras cosas, menos visitar la tumba del padre ausente.
Ese padre que mientras vivió se sacrificó, trabajó arduamente, se desveló cuando el hijo y la hija estuvieron enfermos, vendió y empeñó lo que pudo para cubrirle sus gastos médicos o de educación, estuvo dispuesto a dar incluso la propia vida, si fuera necesario por un hijo o una hija, nunca se compró un chicle para él, siempre vivió pensando en darle lo mejor a sus hijos, y ahora esos hijos lo han olvidado... lo sepultaron literal y emocionalmente.
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